¿Sabes cuál es la sensación de
mirarte al espejo y sonreír al saber que lo has conseguido?
Que has clavado la bandera en la cima,
que has llegado a la meta a pesar del pedregoso camino.
Pues esa misma sensación tengo.
Aprendí a ser feliz amándome a mí
misma, sin disfraces. Reconocí que era única, irrepetible,
irreemplazable. Fui mi propia dueña, olvidé mis miedos y me lancé a
la gran aventura que depara la vida.
Eliminé de mi vocabulario los “no
puedo”.
Mientras me quede aliento seguiré al pie del cañón.
Luché de todo corazón y al fin alcé
el puño y dije: el mundo a mis pies.
Simplemente quería dejar de soñar, de
imaginar... Y fue así como con tiempo, dedicación y apoyo, llegué
a lo más alto.
¡Despierta! Haz que nadie te pueda
alcanzar...
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